No sé por qué me sorprendo pero aquí va una confesión: Estocolmo me gustó muchísimo más de lo que esperaba. Aprendizaje número uno —qué guay es no tener expectativas, empiezo a entender que para lo único que sirven es para arruinarte la experiencia. Es que es mejor así, no esperar nada, sencillamente ir a los lugares y ya está. Dejar que las cosas pasen. Habitar sus calles, ser uno más, escuchar sus sonidos, no tener prisa.
Cada vez disfruto (disfrutamos) más el frío. Es lo que toca en invierno, ¿no? Frío. Laura nos cuenta su paseo (que es el nuestro) sin prisa por las cosas que de verdad importan. En este recorrido por un Estocolmo en calma andamos sus calles, tazas de café caliente entre las manos, islas que cobijan museos, tiendas, revistas, coctelerías, vinos naturales. El camino es la vida y es lo que tratamos de contar en estos Diarios de viaje narrados por Laura, contarte sin prisa sus sensaciones, sus porqués y sus dudas.
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