Madrid ha inventado esta vida de esquizofrenia y atascos tras cada amanecer pero también el otoño de una belleza que casi es insulto, de tanto lirismo. El madrileño no lo ve (¿es que se puede parar a mirar algo?) pero el color de las nubes se llena de pigmentos tostados, añiles y malvas en una sinfonía cromática que resiste, bellísima y arquitectónica, …
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