Cada año es más habitual: en otoño buscamos destinos donde el mundo se vista de otoño. Hojarasca en los caminos, olor a petricor, la humedad del sotobosque, un libro frente a una chimenea, sopas calentitas, mantas de mohair; es momento de recogerse, “hacerse bolita”, cuidar lo de dentro para que tenga sentido lo de fuera. Buscar refugios donde tener el corazón calentito. Es curioso, a mí el otoño me lleva a la melancolía. A Laura todo lo contrario. La vida, supongo.
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