Tras la renovación de votos hubo una cosa que me sorprendió mucho. No me sorprendieron las palabras bonitas, ni los “qué vestidazo llevaba Laura”, ni la alegría sincera frente a dos personas que tan solo pretendían celebrar su amor. Es que en realidad era solo eso. Lo que sí me sorprendió fueron los (no pocos) mensajes con un tiernísimo: “No es verdad, Terrés, no la mentiste: seguro que sí la has cuidado”. Sé lo que cobija ese gesto, quien lo escribe está hablando de sí misma, una proyección de libro: no puede ser que este pavo (yo) mienta a la mujer que (se supone) quiere tantísimo. Pues sí, claro que es posible. Así que si quieres caldo vengo hoy con dos tazas. Secretos y mentiras, como en aquella peli (la vi en el cine, en versión original, yo tendría veintitantos años) de Mike Leigh.
El amor lo puede todo. No, no lo puede. Es más, no debe. Toma nota porque es importante: no todo vale, el amor debe ser camino y no destino: la fe en tu mirada, la fe en las palabras pero especialmente en los hechos, es que tiene razón Borges: “Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible”.
Vivir lento. Me gustaría, de verdad que lo intento, pero estoy a años luz de vivir lento. Vive lento el hombre que quiero ser: no yo.
“Lo que sucede conviene”, os juro que entiendo la profundidad intelectual de la frase, su matiz espiritual, sé que la sabiduría se cobija en la aceptación y el agradecimiento. Los cojones. No siempre lo que sucede conviene.
Estoy cansado de viajar. Se lo digo mucho a Laura, mínimo un par de veces al mes, pues bien: mentira cochina. Recuerdo un maravilloso artículo de Sostres (ajá, Salvador Sostres) titulado Lo lejos que está: “esta distancia, y esta pereza, es exactamente lo que quieres a tu amiga”. La verdad es que no quiero una vida tranquila. Si no, haría algo para tenerla.
Me suele importar una mierda la opinión de los demás. Mentira. Me importa. Sé que sus expectativas son suyas, que en realidad nadie está mirando, que (esto lo tengo clarísimo) a nadie le importa un carajo lo que hagas o dejes de hacer. Pero me importa, què hi farem.
No llego a tiempo. No puedo evitar sentir eso, que llego tarde a la vida. Trato de que no se me note mucho.
Tengo miedo. Pese al título del libro —Vivir sin miedo—, pese al millón de cartas que orbitan en torno a que prenda la candela, vivir al compás, las cosas bonitas, que “estallen los relojes”, tantos versos que se arrullan bajo la misma parra: no dejar una cosa por decir. Las escribo, pero creo que no es suficiente. Tengo miedo a no vivir.
Creo que aquello de Jorodowsky: “lo que te das, te lo das; lo que no das, te lo quitas” da exactamente en el clavo de lo que va todo esto. El amor no ocupa espacio, se hace chico para hacer hueco al otro, no piensa en sí mismo, es refugio, es tierra fértil. Creo que puedo querer mejor.
Escribo para que me lean.
Es precioso aquel verso de Joan Margarit: “Siempre estarás conmigo si puedo escribir”. No soy tan optimista. No me vale el recuerdo.
No corro para disfrutar del camino, corro para llegar donde quiero llegar, cuanto antes mejor.
La peor derrota (siempre) es olvidar. Yo casi siempre lo hago. Siempre me digo que “es que tengo mala memoria”. Quizá es cobardía, quizá es que mirar allí duele, a lo mejor por eso se me da tan bien dejar atrás todas las puertas.
A veces pienso que sería buena idea volver a terapia, pero me da cosa escribirle, ¿le habré fallado? Lo echo de menos. Quizá le escriba. Quizá no.
No todo van a ser mentiras. También traigo alguna certeza: sigo creyendo que la vida la hostia. Daría muchísimo por volver atrás y hacer las cosas de otra manera. Tiendo a pensar en mí antes que en los demás. Me da infinita pereza hacer las cosas de casa. Quizá debería beber menos. Sé que le queda poco tiempo a Tractor, llevamos meses (desde febrero del dos mil veinticuatro) preparando el terreno para lo ya sabemos que cualquier día pasará, pues bien: no estoy preparado. Estoy a mil putos años de estar preparado. No miento mucho: y mucho menos a la gente que quiero. Pueden confiar ciegamente en mí. Si me piden que no cuente algo, no lo contaré —nunca. Siempre doy los buenos días. Mis abrazos son sinceros. Quiero hacer las cosas mejor. La quiero de verdad.
Yo a eso lo llamo ser humano, y ser absolutamente contradictorios, eso es transitar la vida, pretender ser como queremos ser cuando en realidad ya somos. Priorizar se ha convertido en mi máxima de vida. No tengo tiempo para perder… alguien dijo “tu tienes el reloj, Yo el tiempo” es tan simple como eso. Feliz tiempo.
Si es que se trata de sobrevivir aunque parezca que no.... enfrentándonos a las mierdas de fuera y a las que llevamos dentro y cada uno lo hace como mejor puede. Cuando he leído: "Así que si quieres caldo vengo hoy con dos tazas" , he pensado... Hoy promete.... Y ha prometido!!!! creo que en la vida importan dos cositas nada más, el resto es paja....pero lo que pesa uf.... Abrazos!!!