Mentí a Laura en los votos. He caído en el desaguisado estos días, repasando aquel texto de mayo del dos mil dieciocho: prometí cuidarte y no lo he hecho, no de la forma que mereces. Cuidar es una palabra bellísima, un río cuya corriente no cesa, un firmamento preñado de matices —acabo de aprender que en su origen significaba cogitare, reflexionar. Eso sí sé hacerlo. Un verano de hace dos, en mitad de los Alpes suizos, le volví a pedir a mi mujer que se casara conmigo. Habían pasado cinco años desde la boda. Fue un diez de julio, soplaban vientos cálidos, fue a la hora del atardecer, capvespre, en un hotel alpino frente a los cerros de Oberbort. Pasamos la tarde paseando a través de las montañas, un café en el pueblo, la pedida fue por la noche, en nuestra terraza, me dijo que sí. Entonces escribí esto: Casarte con la persona que quieres es decirle al mundo que vale, que sí, que es posible que la vida sea a veces (tantas veces) un infierno, pero tú lo quieres pasar con ella. Casarte es (también) decirle a la persona que quieres que no tenías nada hasta conocerla, que el mundo es mejor con ella, que fuera hace frío, que tú también piensas como Piedad Bonnett: “El amor existe / como un fuego / para abrasar en su belleza / toda la fealdad del mundo”. Casarte es recordarte a ti mismo, cada día, que la vida es entusiasmo pero también compromiso. Casarte es remar contra el viento y frente a él, un planeta habitado solo por dos, saberte perdido sin ella, ser el guardián de esta patria, tender la mano cuando llegue el silencio, porque llegará. Los viajes pero también las noches de hospital. Ya hemos pasado unas cuantas, amor mío.
Aplazamos la renovación de los votos (porque no era exactamente una boda) por todo lo que sucedió con Tractor, su enfermedad, la operación, las tardes rotos frente a su jaula, aquello era (sigue siendo) lo más importante. Sigue aquí, con nosotros, enseñándonos con su sola presencia que cada día es un milagro. Así que decidimos hacerlo en primavera, en tu isla, frente al mar. Aterrizamos en torno a las diez en el aeropuerto de Palma de Mallorca, un transfer hasta el hotel Cap Rocat, al poniente de la bahía de Palma y frente a la cala de la Reina. Llegamos pronto, pasamos un ratito en el patio rodeados de muros de piedra arenisca, palmeras y cipreses, se escucha el sonido de una fuente, los manantiales cantan. Ella toma una infusión y yo un café, comemos sobre la una en nuestra mesa de siempre en el Sea Club, rompe a llover, es precioso cuando llueve frente al mar. Tras la comida Laura quiere darse un baño, bajamos por las escaleras de “la cala” de roca, el mar es de un azul índigo infinito, es un baño rápido (con gafas y tubo), al subir ella se molesta (consigo misma) un poco: “¡No he pensado en el pelo! ¡Que me caso en un rato!”. Sonrío, tan solo hay dos clases de personas (las que se lanzan al mar y las que no) y yo me he casado con una. Cómo no hacerlo mil veces. Escribe a su madre con “el drama”, me enseña su respuesta: “No funciona, en general, bañarse sin mojarse el pelo. Tú has priorizado”. Ojalá lo hagas siempre.
La ceremonia fue en El Cabo, antes pasamos un rato en nuestra terraza con Antonio Bellido, será quien haga las fotografías y una de las poquísimas personas que nos acompañará hoy. Él, un par de personas de sala y Víctor García, cocinero de la Fortaleza, el cariño es mutuo desde hace años. El abrazo es sincero. La cena fue sencilla, mariscos a la brasa, un pescado salvaje del día y uno de mis champagnes favoritos: David Lèclapart. En realidad fue todo muy fácil. Una boda es tan complicada como quieres que sea. Antes de la cena (mientras atardecía) renovamos los votos, el cielo era una hoguera de cosas bonitas, de fondo sonaba “Era già tutto previsto” de Riccardo Cocciante. Ella con un vestido precioso de Zimmermann, con un millón de flores estampadas. Esta vez decidí improvisar mis votos, Laura los leyó en una nota del móvil, le he pedido compartir un par de frases: “Prometo intentar comprenderte siempre, sin importar las circunstancias, no juzgarte nunca. Prometo escucharte, ponerme en tu piel. Prometo olerte cada día. Prometo cuidarte y defenderte de todo lo que sea necesario, prometo ser tu refugio, lleno de calor, amor y sol”. Tras la cena bailamos muchísimo, rodeados de antorchas, nos decimos lo importante pero también lo otro. La vida son las dos cosas.
No sé si mentí en aquella primera ceremonia. Pero esto sí es verdad, mi amor: quiero seguir intentándolo. Cuidarte. Repaso aquellos votos, mayo de dos mil dieciocho, creo que el más importante sigue siendo este: “En realidad yo solo quiero un día más contigo, quiero un día más todos los días, porque contigo me falta el tiempo”. Dejarte ser, abiertas las ventanas de par en par, saberte cobijada pero nunca presa, que mi mundo sea tu red, que puedas dejarte caer. Por la mañana desayunamos en la terraza, nos traen los platos en cestas de mimbre, durante el segundo café un mirlo se pasea junto a nuestra mesa, leo un rato la prensa, tú estás a tus cosas. Esto es. Este amor es mi casa.
Es imposible no emocionarse al leerte. 🥹🥹 Gracias por todo lo que compartes. Por ser tan generoso. Me recuerda lo que dices a una letra de Manuel Carrasco "Déjame ser la cruz del mapa dónde puedas regresar". Ser hogar.
Os deseo lo mejor porque sois una pareja preciosa en todos los aspectos. Y Laura guapísima. 💕
Felicidades a los dos!!! Que bonito texto!!! Ser refugio ….
Sé que no es de muy buena persona pero al leerte hoy he sentido un pellizco de envidia…. Ojalá, la vida me regale sentir eso por alguien