Atajos mágicos (te diré una cosa: no existen), criptobros listísimos y una corte de magos del coaching con futuros resplandecientes; si puedes soñarlo puedes hacerlo. Crecepelos del clic, catedráticos con hoodies y dopamina descentralizada, blindada bajo una cadena infinita de bloques. Impossible is nothing. Mañana ya es tarde y esta ansiedad de no llegar a tiempo al tiempo. Crecimos en torno a una manera de estar en el mundo (las cosas cuestan, cuida a tu familia, sé humilde, ten claro hacia dónde vas, no tengas prisa) que ya, sencillamente, no es. Las no-cosas (Byung-Chul Han) y los no-lugares que no cobijan pero susurran caricias y abundancia, como las sirenas de Ulises en su vuelta a casa tras la guerra de Troya.
Me preguntan mucho qué pasará con lo viejo, pero lo viejo es un leño de encino que está ardiendo como una Falla distópica en la chimenea de nadie. Siempre fue así. Siempre será así. En el honor del dios romano Februus celebraran estos días las lupercales, fiestas paganas de purificación (febratio: purificación) donde se rendía culto al fauno y un puñado de adolescentes (durante un tiempo sagrado y transitorio) se comportaban como lobos humanos. Nada cambia nunca así que no traigo atajos (te diré una cosa: no existen) pero sí certezas, candela ante los rescoldos de este abatimiento.
Arturo Toscanini es el director de orquesta más importante de la historia de la música, leo una pieza de Isaac Blasco en torno al italiano, perfeccionista y obsesivo hasta el hueso. Una vez, un periódico pidió a un hijo de Toscanini que definiera a su padre: “Era alguien que, si estaba pelando una naranja de postre, se concentraba en hacerlo lo mejor posible”, contestó. Aquí y ahora. No existe nada más que este ahora —y es que además el río nunca puede ser el mismo, porque cada segundo cambia. “Desactivando expectativas y disfrutando del momento, de lo que ofrecen los sentidos, que es mucho. Las ansiedades se airean si uno se concentra en el ahora”, es Daniel Z. Lieberman ante la pregunta del millón, cómo sobrevivir a la frustración de esta no-vida. Pelando una naranja, apurando un café, acariciando a los gatos, escuchando de corazón. Una sola cosa.
Buenos días. Cada vez más, esta pequeña comunidad me inspira en todas las vertientes posibles. Me gustaría regalaros un texto para ese rato. Gracias de antemano.
EL PÁRAMO
Si cierro los ojos veo un páramo. Llano, desabrigado y sin un solo árbol. Tan solo hay un matorral feo y solitario. Muchas veces sueño con él. A veces esta ilusión se repite todas las semanas pero otras veces viene cuando quiere. La última vez no la recuerdo. Tan solo sé que fue hace ya mucho tiempo.
Esta vez hay algo distinto en esa imagen deshabitada. Encima del matorral hay un pájaro negro como el carbón. Está muy quieto. Tanto que parece formar parte del matojo. En mi sueño me acerco a él muy despacio para no espantarle y poder contemplarlo con calma. Un paso, dos pasos, la arena cruje bajo mis pies y entonces, en un instante, el pájaro vuela y se va.
Entonces me despierto y recuerdo a los que no están. A los que se fueron antes de tiempo. Quizá estén vagando en ese páramo buscando eso que no pueden alcanzar.
Gracias! Gracias por este presente