Este verano no habrá noche de San Juan en la Malvarrosa y va a ser extrañísimo, porque si existe una noche especial para mí es precisamente esta; los pies en el agua, las plegarias del incrédulo -miles de ateos celebrando una misa pagana en esta iglesia sin crucifijos que es el mar bañado por la luna- y esta consciencia de estar vivo, recuerdo noches horribles y noches incandescentes pero desde luego ningún San Juan trivial, ese sentir que intuyo en Lo que hay que hacer, “de pronto, me embiste una armonía majestuosa, tensa, matemática, ese poder que dan la elevación y el éxtasis”.
Este verano, digo, no encenderemos llamas sobre la arena pero el sol seguirá danzando allá lejos, ajeno a nuestras tonterías -como un chico triste y solitario- como un bailarín extraño a su público en un salón lleno de espejos. Leo en algún medio que a este verano no se le puede llamar verano, como si fuese una cosa que se puede comprar, como si el verano fuese una foto en un marco de Ikea. Un verano sin Maldivas, dicen, no es verano; a un verano sin fichajes no se le puede llamar verano: tú no has entendido nada.
Pienso en todos los veranos que están por venir; también en estas semanas inolvidables (tengo la certeza de que no olvidaré nunca este confinamiento) tan diferentes, pero la lavanda tomará sin visado los jardines y dos adolescentes se comen la boca en el barrio —las mascarillas son pulseras y el verano lo llevan cosido al corazón; el verano es una forma de estar. Un tirante se cae en una terraza de Juan Bravo, los delfines asoman el hocico en Barbate, leo una carta de Hemingway a John Steinbeck, “Franquistas, nazis, fachas. No le veo salida a este siglo. Pero entonces entramos a París, y los malditos franceses seguían ahí, sentados muy orondos en sus cafés, fumando sus cigarritos y comiendo sus baguettes.”
Ver pasar las hojas de un libro, restos de arena sobre la clavícula -la intersección más bella del universo- la luz caoba entrando sobre la terraza a media tarde y tantos sueños por cumplir; la belleza del mundo, tan abrasadora como el sol que se despide, ajeno a este vivir apresurado. Un sol con un millón de veranos dentro.
estoy dormida y estoy teniendo una pesadilla cuando despierte me daré cuenta de que nada era real
Gracias.... x otro verano con mar y fuego