Ayer pasó una cosa extraña en la firma de libros. Algo que no suele suceder porque yo estoy ahí a lo que estoy —dedicar tiempo, cariño, escuchar con el corazón, es que creo (de verdad) que cada minuto que un lector dedica a un escritor es un regalo. Así lo entiendo. Los libros tienen algo mágico (además de todo lo bueno que tienen, digo) hacen que pasen cosas. Nos salvan, alumbran caminos, yo imagino los libros como ese manojo de llaves de La grande bellezza, esas que custodian “los palacios más bellos de Roma” (de fondo suena un adagio de Georges Bizet) un hilo finísimo capaz de conectar sensibilidades, un lenguaje infinito que engarza soledades compartidas. Un lugar seguro. A lo que iba. Un lector (Isaías) muy calmado, me deslizó un comentario que no esperada: “Intuyo que esto te cuesta más de lo que parece, así que gracias, sin más”. Me pilló a pie cambiado, supongo que porque tenía razón. Me siento cada vez más frágil.
Estos días, el tres de mayo, hará un año desde que se publicó Buscaba la belleza, a lo largo de este tiempo he compartido cientos de momentos, he abrazado (de esto se ríe mucho Alberto, dice que antes yo no era así) a muchas personitas, notado —ese ligero temblor— nítidamente los nervios (eso me llena de ternura) de quien se hace pequeñito cuando la timidez toma las riendas del escenario. Cuando se publicó la novela (yo estaba acojonado) Laura y yo pasábamos unos días en la Serra de Tramontana, recuerdo que en La Residencia todo olía a jazmín, más allá de las colinas podía intuir el azul infinito de Cala Deià; luego vinieron la presentación en el Thyssen, los días en el Parque del Retiro, la terraza (al atardecer) del Gran Hotel Domine frente al Guggenheim, la complicidad de Sevilla, el gallo (Paco) paseando por Binissaida, Rata Corner, Imperio, aquella noche (mágica) en el Bluesman Cocktail Bar del Palace, las ferias, las anécdotas, el miedo. Ha sido —está siendo— un viaje pleno de cofres del tesoro, como cuando encuentras un Reino nuevo en el Zelda. Aprendí que en Irlanda no dicen “estoy triste” sino “la tristeza está en mí” (Tá brón orm) que no es lo mismo. Aquello que dice Tolle: “Aceptarlo todo como si lo hubiéramos elegido”. Que lo imprevisto se torne necesario, los sonidos de la lluvia, que la alegría es más importante que la felicidad.
Son las siete de la mañana, ya ha amanecido, acaba de entrar un email, es de una lectora. No pudo venir ayer: “No me pude acercar a que firmaras los dos libros (me hacia ilu) pero te he mandado a mi chiquitín”. Sonrío porque recuerdo el momento. Un armario de casi dos metros, camisa de leñador, barba tupida, tendría veinticinco años, me recordó un poco a Luke Combs, los ojos llenos de ternura, se llamaba Miguel. “¿Eres el escritor?” —me preguntó como quien va a la frutería. Cómo no iba a sonreír. “Sí, eso creo” —le contesté. “Es que mi madre no ha podido venir, le gustó mucho tu libro, ¿se lo puedes firmar?”. Serían las ocho de la tarde, la ciudad ardía como solo arden las cosas bonitas en primavera, imaginé (así se lo dije) que tendría un millón de cosas mejor que hacer un viernes por la noche en Valencia. “No tengo absolutamente nada mejor que hacer que hacer feliz a mi madre”. Me lo dijo tranquilo, desde lo alto de una montaña (yo lo veía así), como quien riega una planta. Le pregunté si podía poner una cosa personal. “Eres el escritor, pon lo que quieras” —qué preguntas tengo, ¿verdad?. Puse junto a la dedicatoria: “Creo que tu hijo te quiere muchísimo”. Lo escribí para él pero también para mí. Es lo que me gustaría decirle cada día a mi mamá. En el email de esta mañana la madre de Miguel también hace referencia a esa postdata: “Y sí, soy consciente de que me quiere muchísimo, jajajajajaja. A buenas horas vas a que firme un libro un escritor que le gusta a tu madre!”.
Un hilo invisible nos conecta.
Nota a pie de página: Mañana tocaría enviar mi habitual reporte dominical de Claves (donde cabe todo lo que me inspira y me emociona) pero será otra cosa lo que llegará a vuestros correos. El (nuevo) Consultorio sin miedo. Aquí hemos venido jugar.
Una llorosa sensible por aquí emocionada con Isaac y los planes de viernes noche de Miguel.
En fin, que no hay mejor plan que querer a los demás y repartir un puñadito de emoción y ternura. ❤️
He llorado🫶🤩