Todos tenemos un pasado
“Si se preocupa por ti, no le importará”.
Era una tarde tirando a gris, paseábamos de la mano bajo un Madrid disfrazado de otoño —es que mi Madrid soñado tiene el color del otoño. Quizá es porque me pierden sus calles cubiertas de hojas secas, el primer frío de la mañana, cobijarnos bajo una manta, los libros viejos, un foulard de cashmere, lluvia tras la ventana, el olor a trufa, los platos con setas. Gorriones y jilgueros se arrullan en los bosques del Pardo. Aquella mañana aprendí, gracias a la bióloga Mónica Fernández-Aceytuno, que a la rama seca que se desprende de su árbol con un chasquido se llama cándalo. Las horas de sol se acortan, la medianoche se hace ancha, la tristeza (que también necesita el suyo) encuentra su lugar sagrado. Estos días la melancolía de la tardor (la estación patrimonio de los introvertidos) se cobija bajo la incandescencia de la ciudad más altanera. Es bonita esa paradoja.
La excusa era el cuarto encuentro de Claves. Aquel capvespre nos reunimos (esa pequ…
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