Todo lo bonito de la vida
No aprendí nada del apagón porque las personas no aprendemos, nos vamos tropezando por la vida como coches de choque, somos luciérnagas desorientadas, los días buenos (son poquísimos) brillamos como arañas entre las estrellas, el resto sencillamente sobrevivimos, buscamos la luz frente a la desesperación, esperamos algo: que florezca el jazmín, que se entienda lo que decimos, que la vida se ponga bonita. ¿A qué esperamos? Confiamos nuestra suerte al destino porque ya no creemos en nada más. Vivimos dos vidas, una es la que recoge nuestros anhelos, la belleza que imaginamos, estrellas invisibles, el territorio de lo intangible. La otra está aquí: en el sonido de esta fuente, el roce de la piedra, en el tormento, en la alegría. Es la primera la que causa el problema.
La semana pasada reorganizamos todos los libros de casa, todos y cada uno de ellos. Tan solo tres secciones: leídos, leyendo y por leer. Libros, ensayos y novelas gráficas. Repartidos por casa, sostenidos por baldas blancas,…
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