Es difícil explicar lo que sucede cuando se crea —indestructible— la comunión con un animal. Tan solo me ha pasado una (quizá dos) veces a lo largo de mi vida. Perderse en sus ojos, saberte todo su mundo, su amor animal, su olor a sábanas limpias, su calor infinito. Tractor, mientras escribo esta carta, está enroscado a mi lado. No está dormido, lo noto porque de tanto en tanto entorna los ojos, quizá ante algún ruido, una gaviota lejana, despierta la vida en el barrio. Su ronroneo me calma pero no solo, también me hace fuerte, paso mi mano sobre su lomo, siento cada vértebra (está más delgado) todo contigo es certeza, amor mío. Estoy donde quiero estar, con quien quiero estar, te elijo, cada día, hasta el final. Dicen que el amor es lo contrario al miedo, pero yo pienso otra cosa: el amor es la ausencia de duda. Porque sencillamente es.
Leo un poemario de Idea Vilariño, Última antología, editado por Cal y Canto (Montevideo) un precioso ejemplar con ilustraciones de Rodin. En el mundo de Idea el amor tan solo entiende de absolutos. Por eso tras él tan solo hay vacío, sin él no existe el aire, imposible que florezca el jazmín. “Amor, te estoy llamando / con todo lo que tengo / y que no tengo, con desesperación / con sed / con llanto, como si fueras aire / y yo me ahogara, como si fueras luz / y me muriera”. No sabemos qué pasará, cuánto tiempo nos queda junto a él, será ya para siempre (aunque ya no usamos esa palabra: siempre) un enfermo renal crónico, la infección es un sombra, muchas cosas lo son, pero esta noche has dormido arulladito en torno a los pies de tus papás. No tienes futuro pero miras, juegas, cazas, sientes, quieres. No te veré envejecer pero hoy estás aquí. Sé que para ti tan solo existe el presente, pero yo me muero cuando imagino esta casa sin ti.
Han pasado cuarenta y siete días desde que empezó todo, fue un lunes cuando el mundo (mi mundo) se vistió de ceniza, a lo largo de este tiempo Laura ha ido creando una red de mujeres mamás de enfermos renales, hablan cada día, comparten conocimiento, ternuras, se ayudan, se sostienen. Todas hablan ese lenguaje arcano, este amor más allá del juicio —no sé si existe otro. A mí, desde luego, ya no me interesa. Una de ellas anda estos días despidiéndose de su gato, son sus últimos días en casa, aún así nos pregunta, quiere saber cómo estás, Tractor. Anoto mentalmente lo que le dice a Laura, es algo así: “Los felinos no tienen percepción de futuro, ni de la muerte, ni de la enfermedad. Si hoy es un buen día toda la eternidad lo es. Si está tranquilo, si ronronea, si se enrosca sobre vuestros pasos, todo está bien. Hoy es siempre”.
Tiendo a pensar demasiado en lo que vendrá, construyo escenarios imaginarios, quizá por eso me genera ansiedad el cambio. Pero este amor —indestructible— me ha enseñado otra cosa. Me está enseñando que este viaje, en realidad, no era tan rebuscado (el camino del corazón nunca lo es) tan solo he seguir el camino de baldosas amarillas del sonido atávico de tu respiración, ese olor que cobija firmamentos, tu cabeza cuando reposa sobre su cuello. Hoy es siempre. Y siempre es hoy.
No hace mucho releyendo a Laura Esquivel leí esta frase que me he apropiado para siempre
«El amor no se piensa: se siente o no se siente.» Y esta todo dicho. Un abrazo
Uno de mis adorados gatitos sufrió insuficiencia renal crónica durante 7 años. Varias crisis, ingresos y desvelos pero un milagro. Hasta le hicieron estudios. Desde sus 2 añitos hasta sus 9. Partió en mis brazos en diciembre del 2021 durante una madrugada infernal que imaginé y temí durante todos esos años y que creí que no iba a poder afrontar cuando llegara. Al final, algo sobrehumano sale de dentro en momentos como presenciar una nueva vida o la muerte. Es algo sagrado, bello, privilegiado y devastador.
De todo aquello entendí que el amor nos mantiene vivos (literal y metafóricamente).
Mucha fuerza. Y mucha luz.