En cuanto salgo de casa ya quiero volver y creo que esa es la medida exacta de mi idea de la plenitud. Querer volver, saberte esperado, reconocer (al fin) un hogar como el tuyo. Esas cajas, esa mujer sin prisa (a veces parece la reina de un mundo antiguo, mira el mundo sin cinismo, no tiene miedo a vivir), esas tazas amontonadas, un puñado de libros, los dos michis, esa es mi patria. Me siento frágil, todo es frágil, sé que vivimos sobre el alambre. Desde esta terraza (en la quinta planta de la Hacienda Fairmont, en San Roque) observo, tras la gracia de este atardecer bellísimo, el Peñón de Gibraltar. Tras él, sobre la costa de Belyounech (en Marruecos) el perfil de la “mujer muerta”, Jebel Musa. Todo me parece lejano.
Hablo con mucha gente, personas que quiero, se intuye el cariño, quizá es mutuo, hablamos de planes que quizá sean, quizá no. Cuidar a quien te cuida. Cuando me preguntan, “¿Estás bien?” Casi siempre respondo: sí. Es verdad, pero tan solo a medias. No siempre tengo cosas que decir. Estoy bien pero —todo lo que va antes del pero no importa— estoy cansado. Cansado de no estar a la altura, de sentirme insuficiente, descosido, de no llegar a tiempo al tiempo. Cansado de viajar pero también de no hacerlo. Cansado de este hambre que nunca se sacia, de buscar ya no recuerdo qué, apunté el otro día un pensamiento de Alejandro Jodorowsky: “Aprendí la respuesta cuando olvidé la pregunta”. Durante mucho tiempo seguí de cerca su obra, tengo por ahí alguno de sus libros, también El Incal, me gustaban sus tonterías con la psicomagia. Son extraños rituales simbólicos que tratan de reprogramar tus traumas. Por ejemplo: ante el duelo tras una ruptura donde hubo mucho dolor, escribe una carta de perdón, quémala y entiérrala bajo un árbol, cercano a un parque donde paseasteis. La idea es dejar allí el peso de aquella historia. Cada miércoles lee el Tarot en La Promenade de París —antes, donde yo lo vi, lo hacía en el café Le Temeraire— me fascina su compromiso: “Una vez por semana, en cualquier café popular, leeré el Tarot gratuitamente. Esto lo haré hasta el fin de mi vida”.
Cansado de perseguir al hombre que quiero ser, de decepcionarme, de sentir que nunca llego a la base de la montaña (que observo allá a lo lejos) por mucho que corra, a veces parece lo contrario: cuanto más camino más se aleja. Alguien me manda un post de Instagram, es de una cuenta llamada La Guarromántica, no la conozco, me gusta, la sigo. Es un lienzo (probablemente IA) de una mujer abatida sobre un alféizar, frente a un jardín, parece una escena romántica, una obra de Ingres. Un texto sobreimpreso: “No sé si estoy cansada o si ya soy así ahora”. Cansado de viajar solo, del ruido pero también del silencio, de pelear contra el viento. Los días se estrechan, la liturgia del atardecer se deja caer sobre esta vida nueva, caen las primeras hojas secas. Me gusta cuando el mundo se viste de otoño, los chopos mudan su piel, también nosotros. A lo mejor tiene razón Alejandro. Quizá la única manera de llegar a la montaña es sentarme aquí mismo, en este banco, dejarlo estar. Olvidar la pregunta. Escribiré una carta, la dejaré bajo esta piedra cubierta de musgo: yo soy la montaña. Está aquí. Conmigo.



Qué bonita la carta de hoy. Yo hace tiempo tuve esa misma sensación de tener una especie de “espacio de vida” vacío, pese a aparentemente tenerlo todo. Y ahí coloqué a Dios, a la figura de Jesús. Así leído puede sonar sectario, extraño y loco. Pero mi vida cambió al darme cuenta de que me puedo permitir no entenderlo todo, no darle sentido a absolutamente todo, sino pensar que hay algo más allá de lo que yo puedo entender… algo más allá de la casualidad que quiere que yo esté aquí y sea como soy, con mis circunstancias y las cosas buenas y malas. Ese “anhelo” creo que a todos nos llega antes o después y no se ponerlo con palabras sin parecer un poco loca. Ojalá se me entienda.
No hablo de un Dios de “cómo va a existir un Dios bueno que permita tanto sufrimiento”, sino un Dios en el que encontramos consuelo a pesar de él.
Buen fin de semana a todos ☀️
Quizás la clave esté en algo así como decía Byron Katie “Amar lo que es” porque desear que la realidad sea diferente es algo imposible de satisfacer, es (me hizo gracia este símil) exactamente lo mismo que pedirle a un gato que ladre ☺️
Gracias por tus cartas, Jesús 🫶🏼