Qué narices importa
Laura me pide que apunte en una libreta las cosas que siento, qué me angustia, qué me atraviesa, antes de nuestra primera sesión de terapia en pareja. No lo hago. “No es mi rollo, prefiero dejar que las cosas sucedan” —ella es mi opuesto en esto: toma notas, compagina no sé cuántas libretas (tres) con cada cosa que siente (los conflictos que la habitan, las cosas que sueña o su mandala lunar), necesita explicar el mundo que la rodea. ¿Por qué yo no? Sí que guardo dos notas (dos) de cuando empecé mi camino (septiembre de dos mil quince) hacia dentro, hacia atrás. Entonces aprendí que si quieres saber a dónde vas antes debes descubrir de qué huyes. También aprendí que casi todos los viajes son el mismo viaje: el de la vuelta a casa, allí (en aquella cabaña) todavía hay rescoldos del niño que fuiste, ese fuego nunca se apaga, en algún momento querrás volver —entonces comenzará el despertar. Solo entonces podrás saber quién eres. El resto es campo yermo.
En algunas cosas somos muy diferent…
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