Proteger el vínculo
Hacía tiempo, mucho tiempo, que no veía a Pelayo. Fue la otra noche, hablamos poquito, yo volví andando porque necesitaba reconciliarme con Madrid: en otoño es más fácil. Desde Bárbara de Braganza hasta el Paseo de Recoletos, había luna llena de Tauro, “con estatuas cubistas en el cielo”, esos días —esto solo sucede en Madrid— en los que la tierra parece querer abrazar las nubes. La ciudad es un naufragio bellísimo, un río de hojas secas, milagros y abandonos. Escuché un rato Mundo nuevo, “Volver de nuevo a habitar / por ver si en un mundo nuevo / yo encontraba más verdad”. Pensé, a la altura del Thyssen, en una de las cosas que me comentó Pelayo: “Me llegan tus cartas, a veces las leo, algunas me llenan de tristeza pero intuyo que estás bien”. Sonreí. Sí, estoy bien, a veces se cuela por ahí la tristeza —“Ya sabes”. Creo que lo entendió. Dormí poco pero dormí bien, creo que algo me rondaba la cabeza. Unos días antes había discutido con Laura, un pequeño incendio, no supe verlo a tiem…
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