Esta mañana apenas llueve así que decido pasear un rato en torno al lago Fuschl. Hemos venido a pasar unos días en Salzkammergut, la Austria más atávica, el sol que nace —humilde— se refleja sobre el lago, atravesado por los Alpes calcáreos de Salzburgo, entre montañas cubiertas de niebla. Paseo entre abetos y hayas, algunos ya vestidos —sus hojas— con los tonos cobrizos del otoño. Me sienta bien este frío que no cala. Observo a una ardilla sobre la corteza de un roble, detenida en el tiempo, una garza se posa sobre el agua clara, me han comentado esta mañana que no es difícil ver un ciervo cruzando el camino. Me escribe un amigo, vive en Amsterdam, con una duda (un cambio de vida) que le quita el sueño. Qué difícil es elegir cuando sabes (estas cosas se saben) que estás ante un cruce de caminos, aquí (en Austria) les llaman Wegweiser, postes de madera con tablillas que señalan distintas direcciones, si tomas un sendero dejas otro atrás. No hay más. O eliges uno o eliges otro. Así está Danny, le respondo con una pregunta: “¿Por dónde iría el burro?”.
Después, le cuento una historia. Estábamos en los Valles Pasiegos, con Paloma y Ricardo. Cuando llegaron a esta zona, con el ánimo de conservar la tradición de las cabañas pasiegas, tuvieron que abrir caminos donde no los había. En algún momento (en una pendiente cerca del río) hubo que tomar una decisión —estaban con el ingeniero, el topógrafo, retroexcavadoras, bulldozers. Una duda sin marcha atrás: si empezamos “por ahí” (el topógrafo señalando una dirección) ya no habrá más tu tía. Más dudas. Cerca andaba también un pastor, con su rebaño de ovejas, les recuerda una anécdota; lo dice en serio: “¿Por qué no traigo al burro y que decida él?”. No es una tontería, es sabiduría ancestral, antaño los burros (y las mulas) se usaban para abrir caminos, ellos eran los verdaderos “ingenieros”, ellos intuían (sencillamente lo sabían) la pendiente más suave, los giros más sensatos, el rumbo a través de la cañada. Sin prisa, una pezuña tras otra. Por donde ellos pasaban, se construía. Eran sus huellas las que abrían el sendero.
“¿Por dónde iría el burro, Danny?” Aquel día, en Cantabria, comencé una nota titulada exactamente así: Por donde vaya el burro. Son pistas, certezas, luceros que iluminan veredas, tantas veces (en esta vida llena de ruido) no vemos una mierda. Frente a nosotros solo hay broza. Pero nuestro burrito conoce la senda. Tan solo hay que dejarlo andar.
Hace tiempo que no sé nada de mi terapeuta, Omar. Lo último que me escribió, el veintiuno de junio, fue: “Tal vez La Derrota solo sea un reflejo de la Victoria”. Sé que está bien porque, de tanto en tanto, manda poemas y lecturas a un grupo de WhatsApp. El otro día fue esta: “La luz es un tipo de fuego que aprendió a viajar”.
Aprender a vivir es, de alguna manera, aprender a aburrirte. Si no sabes aburrirte llenarás tus horas con urgencias, agitación inútil, castillos en aire. Bajo la niebla del hastío se esconde un tesoro.
— ¿Qué día es? —preguntó Pooh.
— Es hoy —contestó Piglet.
— ¡Ah, mi día favorito! —dijo Pooh.
El miedo a caerte es lo que te hace caer. Es solo tu desconfianza lo que hace que aquello que temes se haga realidad.
Estás exactamente donde tienes que estar.
“Tenéis que pagar vuestra factura de la luz. Tenéis que ser amables. Tenéis que darlo todo. Tenéis que encontrar personas que os quieran de verdad y devolverles un amor igual de verdadero. Eso es todo”, Cheryl Strayed.
Nuestros planes se parecen más a las dudas del geógrafo que a las certezas del burrito. El camino está ahí. Nuestros planes no son más que una bonita manera de engañarnos.
Kokoro (en japonés: 心) es una palabra que quiere decir: “To use heart, spirit, soul and mind all together, cohesively”. Eso es.
Pelear contra la realidad es una manera rebuscada de pelear contra ti mismo. Leí el otro día que la meditación es el arte de la rendición. Tiene razón Omar: la derrota cobija una victoria.
Cuando no sabes cómo sabes pero sabes. Por ahí es.
La otra tarde hablé un rato con Eva Serrano, mi editora en Círculo de Tiza. A veces nos recomendamos libros. Le pregunté: “¿Cuál es el secreto de la vida?”. Respondió inmediatamente: “Ser capaz de controlar las expectativas”.
Uno de sus libros favoritos es Limónov: “Formo parte de la gente que no está perdida en ninguna parte. Voy hacia los otros, los otros vienen hacia mí. Las cosas encajan de un modo natural”.
La primera mentira llama a la siguiente, y así sucesivamente. Con la verdad sucede lo mismo.
La intuición no es ilusionismo, es inteligencia —consciencia— aplicada a la vida. ¿Por dónde iría el burro? El estómago es la brújula. Tu instinto es la luz que antes fue fuego. En realidad ya sabes la respuesta, siempre la supiste. Lo que buscas no está lejos. Sigue tus propios pasos.
El burrito, siempre de dos en dos para que no se depriman, uno solo no sabe estar. Seremos un poco burros?
Lo que sucede, conviene. Gran post con sabiduría ancestral!!