Pisar todos los charcos
Mi terapeuta tenía una teoría loquísima con la que he tropezado esta semana. La planto aquí primero y ya luego os cuento, agárrate que vienen curvas: cuando pisas un charco es porque una parte tuya quería pisar ese charco. El recuerdo me pilla en Berna, es bonita Berna; parece ser que llueve muchísimo pero no estos días, o eso me comentó la otra noche Jürg Dräyer, que nació aquí pero vive en Mezzovico. Es un señor bajito, tendrá setenta años, se ha dedicado al queso toda su vida, por eso hemos venido a Berna: a comer (catar) muchos (muchísimos) quesos en los World Cheese Awards. “La ciudad está plagada de soportales para poder pasearla cuando llueve” —me lo dice como quien descubre el oro pero le digo que no se venga tan arriba, que en Logroño también tenemos. Y en Burgos ya ni te cuento. Eso sí, con la teoría de mi loquero le vuela la cabeza, pide otro Pinot Noir, se mesa (esto es rigurosamente cierto) el bigote blanco: “Dile que tiene razón”. Pero qué me estás contando, Jürg. Le exi…

