Pisar todos los charcos
Mi terapeuta tenía una teoría loquísima con la que he tropezado esta semana. La planto aquí primero y ya luego os cuento, agárrate que vienen curvas: cuando pisas un charco es porque una parte tuya quería pisar ese charco. El recuerdo me pilla en Berna, es bonita Berna; parece ser que llueve muchísimo pero no estos días, o eso me comentó la otra noche Jürg Dräyer, que nació aquí pero vive en Mezzovico. Es un señor bajito, tendrá setenta años, se ha dedicado al queso toda su vida, por eso hemos venido a Berna: a comer (catar) muchos (muchísimos) quesos en los World Cheese Awards. “La ciudad está plagada de soportales para poder pasearla cuando llueve” —me lo dice como quien descubre el oro pero le digo que no se venga tan arriba, que en Logroño también tenemos. Y en Burgos ya ni te cuento. Eso sí, con la teoría de mi loquero le vuela la cabeza, pide otro Pinot Noir, se mesa (esto es rigurosamente cierto) el bigote blanco: “Dile que tiene razón”. Pero qué me estás contando, Jürg. Le exijo que desarrolle, que mi mujer dice que nanai, que a Omar ahí se le fue la peonza. “Tiene razón, dile que tiene razón. Me pasa mucho que me olvido las llaves del coche en casa. Así que tengo que volver caminando, desde el parking que tengo a diez minutos, quizá en realidad no es un olvido, quizá soy yo mismo pidiéndome que me quede en casa, con Lázaro, nuestro pastor alemán, tiene dieciocho años, ya casi no anda”.
Paseo mucho estos días; me gusta pasear las ciudades al amanecer, el sonido metálico de las persianas, desperezándose, el aroma del pan recién hecho, la vida que nace. Como Pasolini: “Me gustaba caminar solo, callado, aprendiendo a conocer paso a paso ese nuevo mundo”. Me alegra haber venido pero hace tan solo unos días no pensaba lo mismo. Se lo confesé a Laura en nuestra terraza, ella se preparó una infusión de naranja y cúrcuma, yo un café de San Isidro: “No sé por qué dije que sí, necesito descansar, ¿y si lo cancelo?”. Sonrió, cuando pasa esto —preñar el calendario hasta el absurdo— me llama pollo sin cabeza. Sabe que no cancelaré. Viajar es mi veneno pero también mi cura, ya aprendí que van de la mano. Vivir así es mi charco. Freud llamó a esos charcos actos sintomáticos: pequeñas acciones casuales tras las que en realidad se cobijan pensamientos e impulsos inconscientes. Conflictos no resueltos que encuentran su grieta en esos “errores” que quizá no lo son. Quizá son pistas, un hilo del que tirar, una parte tuya que quiere decirte algo pero no sabe cómo. Si esto es así, un supuesto fracaso (pisar un charco lo es) esconde una victoria (¿sigues cuidando al niño que fuiste o ya te olvidaste de que aquí hemos venido a jugar?) porque una verdad ha sido revelada. Un deseo quebrando los muros de los deberías. El miedo a vivir es la vida pidiendo permiso. No te olvidaste, una parte tuya decidió que lo olvidaras. Era mejor así. Quizá aquel esguince (en un vagón silencio del AVE, hace tan solo unos meses) era en realidad un mensaje a mí mismo. Quizá no fue un descuido, sino un pequeño triunfo; aquellos días descansé, cuidé lo que tanto descuido, la verdad fue revelada: pero yo no lo vi. Aquella vez que te perdiste, en realidad no te perdiste. Es al revés.
Os dejo una de las respuestas del Consultorio sin miedo, que la vida es compartir. Si tienes alguna pregunta puedes hacerla desde aquí.
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“Viajar es mi veneno pero también mi cura, ya aprendí que van de la mano. Vivir así es mi charco. “
Me encanta, Jesús. Me he identificado con esa parte de mi, (señora de 60, no olvidar), que se descalza y sale al exterior de la casa, a caminar descalza cuando llueve mucho, pero sobre todo, cuando paseo por la Senda, en Vitoria, dando patadas como loca a las castañas. Se que en una de esas, perderé el equilibrio y me daré un culazo, o que la castaña impactará con uno de los coches que circula en paralelo, pero no lo puedo evitar. Jajajaja.
Feliz sábado
Buenos días Jesús 😊
Me quedo con esta frase "El miedo a vivir es la vida pidiendo permiso."
Y seguimos cada día viviendo, a pesar del miedo....💕
Feliz y tranquilo sábado 🦋