Leo en algún tuit en torno a la autoayuda (pero qué ganas de perder el tiempo, por Dios Santo) un consejo que me aterra, de tan papanatas: how to stop worrying. Deja de preocuparte, como si la desazón fuese un calcetín que dejas bajo la cama; pero es que yo no quiero dejar de preocuparme ni meter la mierda bajo la alfombra ni mucho menos mirar hacia otro lado. Yo quiero entender, no callarme nada, la rima consonante —como Gloria Fuertes, “un ejército de una sola mujer”.
Cuando estés recién muerto,
aún con la tibia tibia,
aún con las uñas cortas,
querrás hacer algo
–lo que podías hacer ahora–;
y ya habrán cerrado las tiendas y portales;
y ya será muy tarde para llegar a tiempo
a los que hoy te aman.
Desde hace años me peleo por no hacer propósitos, por vestirlos de afeite: bendita mentira, pues claro que los tengo. Se enraízan muy adentro y se astillan si no los pongo al sol, bajo la corriente de lo nuevo: son propósitos de aquella manera, pero son. No fallar nunca al ritual de nuestros Margaritas bajo ese cielo imposible; un ratito para mí (cada día) pese al enjambre que son los días. Mirar muy cerca, andar muy lento y cargar las tintas en la balanza del instinto (esto me cuesta muchísimo, tan pegadito que ando a la razón) porque si algo me ha enseñado la madurez es que aquella verdad de Marcel Proust es tan cierta como el hueso: “El instinto dicta el deber y la inteligencia da pretextos para eludirlo”.
Caer muy bajo, volar muy alto y no andar de puntillas sobre este tablao que no elegimos, pero qué más darán los porqués si todavía cruje la madera en cada soleá. Rebañar el plato, un millón de libros bonitos, las disculpas desde aquí dentro. Saberte perdido (“para llegar donde no sabes has de ir por donde no sabes”), los ojos de un niño en cada viaje y vender mi tiempo como el tesoro de un pirata —es que no tengo nada más valioso. Escribir todos los días, premiar la artesanía, militar en belleza. Brindar por la verdad: tu piel junto a mi piel. Calles viejas, flores frescas, la lumbre de cada amanecer. Llegar a tiempo / a los que hoy te aman.
Preciso y precioso.
Qué bonito, qué bonito!.... Gracias.