Leer el aire
El sutil arte de entender lo que no nos dicen
“La carta de P. me pone los pelos de punta”, Victor me escribe (casi) siempre al alba, nada más publicar la carta, estas cartas. Lo imagino sobre la cubierta de su velero, quizá todavía en la dársena, enrollando los cabos, mirando el cielo, es que él también es alondra. Me dijeron el otro día, en Zaragoza, que hay personas búho y personas alondra. Es la persona más discreta que conozco. A lo mejor también la más inteligente. Nos conocimos hará hace unos seis años, es disléxico, diseña muebles bonitos, el sofá sobre el que escribo este texto es suyo, las sillas donde se arrullan los gatos también. Es difícil pillarlo aquí, casi siempre me escribe desde Tokio (le gusta mucho Japón), Zúrich, Montreal, vete tú a saber —pero creo que el domingo pasado, cuando me llegó ese email, estaba en casa. Cuando nos vemos sucede algo extrañísimo, porque no es habitual en un hombre, escucha más que habla. Nos queremos.
Desde el principio me comentó que Correspondencias era lo que más le gustaba de Clav…
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