No me llevo bien con mi obsesión porque creo (sé) que me ha traído algunas de las peores cosas de mi vida: la frialdad, las prisas, el desapego. El campo yermo sobre el que es imposible que crezca la yerba. También algunas buenas (ya lo sé) ¿pero compensa? Es que cuando entras en ese modo —cuando la obsesión es quien gobierna el barco— no existe nada más, el mundo se desvanece, se deshilachan las cosas importantes. Eres un halcón (como los peregrinos que arrebatan el cielo), un castor buscando una rama aguas arriba, un imbécil sin empatía. La obsesión (dicen) se lleva bien con el éxito, pero a mí cada vez me interesa menos esa idea de lo que brilla. El éxito es saberte esperado, flores frescas en casa, la piel de gallina de tanto en tanto, tener cerquita a tu gente, comer rico, dormir la siesta, un baño en alguna cala perdida en mayo, una bolsa de patatas fritas, el segundo café de cada sábado. Si sé que me estáis entendiendo, joder.
Pero no siempre pensé así. Todavía guardo por ahí una edición italiana de una GQ de hará diez años, en la portada Toni Servillo, me la regaló Alberto cuando todavía no éramos hermanos, acababan de estrenar La Grande Bellezza (nos entusiasmó a los dos), escribí dos artículos sobre la película de Sorrentino en su revista, fue un gesto bonito el regalo. Mentira, no la guardo, creo que la tiré en la última mudanza, nunca me he atrevido a decírselo. Laura dota de emoción a los objetos, si su madre le regala un libro ya no es un libro: es un símbolo. Para mí no es más que un libro: papel reciclado, hilos, cola y tinta. En las páginas centrales de la revista una charla con el actor nacido en Nápoles, anoté entonces esta reflexión: “El talento es necesario, fundamental, pero no se puede separar de la disciplina, de la renuncia. Esta es una palabra muy importante. Y la renuncia comporta otro motor importante, que es la obsesión. Ingmar Bergman decía en su biografía una cosa que me impresionó. La clave no está en la ambición, sino en la obsesión, en el pensamiento fijo, constante. Obviamente la obsesión es un modo de entregarse que produce heridas y, en consecuencia, impone renuncias”. Compré entonces aquella mirada, la sentí como mía, una flecha en mi carcaj, supongo que necesita levar anclas, saciar el hambre de todo, vivir a la altura de mí mismo. Para eso el cazador debe convertirse en lo que caza.
He vuelto a aquella revista revista estos días, estaba sobre una mesa (¿que haría allí?) de la habitación Beatrice en Passalacqua, a la vera del Corriere della sera, un especial de Monocle Italy, un libro sobre Lake Como editado por Assouline. Intuyo que este hotel (es un absoluto milagro) está construido sobre la obsesión por crear el lugar más bello sobre la tierra. Al amanecer abro una de las ventanas que dan al lago, un ejército de jardineros podan en silencio las plantas, observo (con un espresso en la mano) cómo trabajan en silencio sobre los limoneros, las hortensias y los jazmines. Nunca nada es casual. Sobre sus fuentes antiguas flotan nenúfares. Pienso en Monet, su obsesión por capturar la luz le llevó a repetir hasta treinta veces la misma obra, pintaba con frío, con lluvia, enfermo, extenuado. Tras el desayuno bajamos hasta el lago, cruzamos siete de sus jardines, paseamos bajo cedros centenarios. ¿Se puede crear un lugar así sin la renuncia, sin la obsesión, sin hacer de cada día en una cruzada? Hablamos un rato con Valentina De Santis, propietaria, parece feliz, viste un kimono de seda, nos regala una palabra nueva: accoglienza. Que no se apague nunca el fuego, escuchar con el corazón, no es renuncia, es ofrenda. A lo mejor ese es el puente. El amor. No puede haber verdad si no hay amor.
Creo que la clave estar en encontrar ese equilibrio entre la disciplina y la espontaneidad. La determinación es esencial para conseguir lo que queremos pero si se convierte en esa obsesión ciega que nos impide dejar pasar otras cosas - que quizá van a ayudarnos con ese objetivo inicial - en mi opinión se convierte en algo negativo e inútil. Hay que permitirse desviarse del camino y recibir todo eso que la vida a veces tiene escondido para nosotros.
Creo (o al menos así lo siento yo) que confundimos demasiado la pasión con la obsesión, y no tienen nada que ver. La pasión es una fuerza positiva que te impulsa y te llena de energía, mientras que la obsesión es una fuerza controladora que te consume y puede dañar tu vida y tu bienestar. La línea entre ambas suele ser muy difusa (ahí está el peligro de todo esto), pero presiento que la clave está en si la actividad o el interés te controla a ti, o si tú controlas tu dedicación a ello, así como en el impacto general que tiene en tu vida. Una pasión saludable coexiste con otras áreas de tu vida, mientras que una obsesión tiende a eclipsarlas. Y ojo, que hay pasiones (por cosas, lugares, proyectos, personas…) que te desbordan, pero te dan la vida :)
PS. También os digo que es sólo mi opinión y puede que esté equivocada; puede que unos años opine de modo distinto xD. Sigo aprendiendo, así que a veces acertaré y otras no. Vamos, lo que es la vida :).
Feliz sábado 🌹