La dulzura
Nadando junto a delfines sin dueño en las aguas del Mar Rojo, frente a un horizonte de caliza en Egipto, al sur del Sinaí. Un concierto de Paco de Lucía en una noche clara, bajo un firmamento incandescente. Una siesta inesperada bajo un olivo, en el campo, en la casa de mis padres en Ronda. El recuerdo de un sencillo atardecer frente a la serranía de Sigüenza. Son pequeños retales de memorias de otros. Una de las cosas que más he disfrutado (estoy disfrutando) a lo largo de estos meses está siendo ir tomando notas (en charlas, en debates, en casi cualquier encuentro donde intuyo ternura) de cuáles han sido esos cachitos de memoria de absoluta plenitud sensorial. Esos momentos donde la belleza es manantial. Los que recordarás ya para siempre. Esos que te llevarás cosidos a la piel, la memoria, el corazón. Tatuajes emocionales. Comidita para el alma.
“Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”, a Cañada le gusta volver a este pá…

