Estos días
Cerramos proyectos, cubrimos la piel con echarpes y hablamos ya sin candil. Cómo cansan estos días. El susurro de más (y más) contagios recorre las mesas, el miedo se disfraza de rutina (pocas cosas peores, porque el miedo nunca puede ser rutina) y el futuro con sus planes se diluye en esta neblina áspera y densa, cómo cala este frío hasta los huesos. Compramos libros, reordenamos propósitos, compramos regalos, celebramos a ese gigante llamado Sorrentino. Las luces del árbol de Navidad iluminan el presente y la memoria; en mi casa poníamos un Belén, siempre el mismo, sobre una mesa de playa y un pequeño árbol con guirnaldas de plástico. Aquellos símbolos eran los escudos de un palacio inexpugnable. Cuando murió mi padre la Navidad se convirtió en un lugar hostil, territorio calcinado, cómo cala este frío hasta los huesos.
Estos días de agotamiento, andar lugares comunes y recogerse muy dentro, allá al fondo de todas las cosas. Han pasado casi treinta años pero el hálito en el mismo: co…

