Cerramos proyectos, cubrimos la piel con echarpes y hablamos ya sin candil. Cómo cansan estos días. El susurro de más (y más) contagios recorre las mesas, el miedo se disfraza de rutina (pocas cosas peores, porque el miedo nunca puede ser rutina) y el futuro con sus planes se diluye en esta neblina áspera y densa, cómo cala este frío hasta los huesos. Compramos libros, reordenamos propósitos, compramos regalos, celebramos a ese gigante llamado Sorrentino. Las luces del árbol de Navidad iluminan el presente y la memoria; en mi casa poníamos un Belén, siempre el mismo, sobre una mesa de playa y un pequeño árbol con guirnaldas de plástico. Aquellos símbolos eran los escudos de un palacio inexpugnable. Cuando murió mi padre la Navidad se convirtió en un lugar hostil, territorio calcinado, cómo cala este frío hasta los huesos.
Estos días de agotamiento, andar lugares comunes y recogerse muy dentro, allá al fondo de todas las cosas. Han pasado casi treinta años pero el hálito en el mismo: construimos espacios donde ser, catedrales donde cobijarnos. Donde puedes recostarte —tu manta de siempre, el silencio del hogar, el refugio de su cuello; símbolos tallados en un amor viejo como el tiempo, cáliz de fuego frente a la nada. En estos días de abrigo conecto momentos (como en el teseracto de Interstellar) descifro nostalgias, veo los hilos invisibles. Entiendo. Leo en Saturnales que “a finales de diciembre, terminada la sementera, los primeros romanos comenzaron a celebrar ritos en honor a Saturno, el dios que gobernaba el ciclo agrario. Si la semilla no muere y se pudre, no puede germinar”; de esta bruma espesa nacerán destellos, estrellas y constelaciones, la lumbre que iluminará el camino que hoy no ves. Siempre llevaré tu escudo, papá. Siempre.
Estos días de estar bajito pa cantar muy atrás y muy dentro, de morir para renacer, de intuir esta certeza: estamos a tiempo. Hay tiempo.
El otro día mientras estaba de viaje, con la paz que tanto anhelo, dejando atrás todo lo que me corrompe el alma y me confunde, pensaba en lo que de verdad me hace feliz. Hoy lo has mencionado, justo así los llamé “los hilos invisibles” las fuerzas y razones que nos sujetan cuando todo lo demás no existe. Encontrarlos da mucha paz y te enseña quién eres realmente. Yo pensé en mi Familia, en el amor y en mi misma.
Dos pasitos pa lante y uno pa tras …. Pero Siempre hay tiempo , SIEMPRE ADELANTE ♥️