Este frío que no duele
Semana de estremecimientos, es este septiembre de un Madrid bellísimo que se viste de los primeros fríos (qué ganas tenía), arrebatos y malvas, como en aquella Parma de Marcel Proust: “…compacta, lisa, malva y suave…”, porque una ciudad puede tener color y puede tener textura —pero Madrid no es suave ni maldita la falta que hace. Laura es dulce y del color del océano, un azul cobalto infinito; Cañada es terroso, como la cubierta gastada de un libro antiguo, y yo casi siempre lo imagino del color del sol sobre la piedra a media tarde. Nunca lo había hecho, pero creo que voy a dedicar un rato a pensar de qué color es cada persona que quiero.
La semana pasada fue mi primera Feria del Libro de Madrid pero llega hasta aquí la emoción, hasta este ahora no tan lejano en el tiempo; ya intuyo que no olvidaré nunca aquella mañana, en parte por el canguelo (estaba acojonado, ¿y si nadie venía a verme?) en parte por este síndrome del impostor que no se pira de casa. Laura hizo muy bien negándome e…
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