Esta tristeza
A veces recorremos en silencio nuestro paseo frente al mar. No se escucha más que el graznido de alguna gaviota, la espuma blanca cabrilleando sobre la arena, el ladrido de algún perro que cruza veloz la orilla. Es una de esas imágenes—un perrillo corriendo junto a su humano— que ensanchan la vida. ¿Cómo no se puede amar a un animal? Me gustan las mañanas como esta, el cielo gris, nada más que un manto nublado, se intuye una borrasca allá a lo lejos, por eso no hay casi bañistas. El corazón, a veces, también está nublado. Es bellísimo el mar cuando llueve. Una parte mía piensa que, quizá, si te rodeas de silencio puedas conseguir (algún día) acallar el otro ruido. El de dentro. El sonido inconfundible de la tristeza, de su caminar lento hacia tu casa, de su presencia. Nunca es tan fácil.
Se me aparece una imagen. Tengo apenas quince años, recorro junto a mi padre las casetas de la Feria del Libro, me compra algún cómic, volvemos a medio día, creo que era feliz. Pero no lo recuerdo. Aqu…
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