El mar nunca es el mismo
No todos los días pero al menos un día a la semana nos cruzamos, en nuestro paseo frente al mar, con Víctor Mazariegos, “Maza”. Maza dirije una empresa de gestión de piscinas y como la vida no es más una serendipia constante —esa causalidad mágica que conecta todas las cosas— resulta que una de esas albercas abiertas al barrio es la del parque de Benicalap, en la que aprendí a nadar, recuerdo ir casi todos los días en los veranos de mi niñez. Cuando iba sólo me gustaba aguantar la respiración bajo el agua, tras la escalera de la piscina para mayores, a veces llevaba un cómic que dejaba sobre la toalla, es curioso lo poco que cambiamos cuando crecemos.
Maza vive con su familia en una casita frente al mar no muy lejos de la nuestra, la suya forma parte de un camping, más pegadita al norte, en una zona ya sin casi vecinos. Es más fácil verlo en invierno, casi al anocher, siempre acompañado de sus dos perritas de pelo rizado blanco, a veces con sus auriculares puestos, siempre abstraido, ¿…
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