Paseamos un ratito antes de entrar, era media tarde y desde la Carrera de San Jerónimo ya se intuía el run run de personas entrando y saliendo en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. El jardín es un sueño, las camelias engalanan la piedra inerte, la vida renace cada primavera en esta ciudad entregada al entusiasmo. Pero, ¿cuándo no es primavera en Madrid? Nos sentamos un ratito no más en los bancos frente a la fachada, la antigua casa de la duquesa de Villahermosa, no muy lejos (en otro banco) una mujer lee sin prisa un ejemplar de Buscaba la belleza, se lo digo bajito a Laura. Sonríe. Alzo la mirada hasta el cielo ya casi añil, nunca me había fijado —es que casi nunca miramos hacia arriba— en la inspripción que gobierna el frontón, “En este lugar, María Manuela, duquesa de Villahermosa, concertó la perfección del arte y el deleite de la naturaleza”.
En un rato comienza la presentación del libro en el salón de actos, hay que cruzar el hall para llegar hasta él, dejamos a nuestra izquierda un autoretrato de Lucian Freud, es el óleo sobre lienzo que anuncia la exposición Nuevas perspectivas, una retrospectiva en torno a su obra. Es verdad, casi todo se reduce a aprender a mirar, a observar las cosas de siempre desde otro ángulo. Pero cómo cuesta. El hall, altísimo, está presidido por cuatro esculturas de Rodin y El Paraíso de Tintoretto. Desde lejos parece un mar violento estallando contra las rocas, pero qué va, si te acercas vas intuyendo que en realidad son grupos de figuras; bienaventurados, ángeles y querubines. Es el paraíso más allá de las nubes, la inmensa obra del genio veneciano representa los círculos concéntricos de la gloria. Aprender a mirar.
La presentación, una charla en torno a la belleza, el dolor y la literatura, es como un paseo tranquilo entre castaños. Todo fluye. Apunto en mis notas una de las certezas que trae Maite, es de Bourgeois, “el arte es garantía de cordura”. Tiene razón. Llega el momento de las preguntas, disfruto mucho esta parte, me remueve la pregunta de una lectora, “Dices que hubo momentos en los que estuviste a punto de dejarlo estar, que estabas bloqueado… ¿cómo superaste esos momentos?”. Contesto con sinceridad. Es que a veces me obsesiona ver todo el mapa, controlar cada paso, intuir el final del camino. Pero eso es imposible. Dar un pasito hoy, tan solo un párrafo más, cincel y martillo, mañana será otro día. Olvidarte del gran plan. Amanece esta mañana con una ligera lluvia sobre Deiá, frente a la sierra de Tramontana. Recuerdo una carta dedicada a una persona muy especial, Omar, se tituló No hay plan. Pienso en él. “Me siento tremendamente liberado y tranquilo de saber que el tiempo que me queda de vida, es para mí y para mis cercanos. Es para disfrutarlo y para estar donde quiero estar, todo el rato, todo el tiempo. No hay más despertador ni más mañana. No hay plan. Ninguno lo tenemos en realidad”.
Las obras mas maravillosas surgieron de piedras toscas y sin pulir, cincel en mano y poco a poco el escultor da forma a su obra. El escritor igualmente palabra a palabra superando dias grises da forma al libro , engarzando adjetivos sustantivos y demas formando su obra. Sentimientos unen todo. Al final Jesus todo sale, todo se esculpe y son momentos de los que no quieres escapar. Que libro has cincelado!!! Enhorabuena.!
No hay plan, frase para tatuarse…
Anoche empecé tu libro y voy dosificandome para saborear cada página… Gracias por la belleza y por la sensibilidad.