No tengo muy claro dónde nacen las raíces de la infelicidad pero tengo clarísimo el terreno donde medran, ese tobogán donde campan a sus anchas y crecen como una buvanvilia en primavera: la complacencia.
Precisamente hablamos del dificílisimo arte de decir que no en el podcast de Zubi, con Mercedes y Elena; cuesta toda una vida aprender a decirlo, cuesta una vida negarse pero es que es la única manera de salir de esa cárcel que son la expectativas de los demás —el espejo que ponen sobre nosotros (hacemos eso constantemente, què hi farem) cada una de las personas que se cruzarán en tu camino para volcar sobre ti sus querencias, conflictos y deseos. Pero tu vida es tuya, amigo. La mía es mía y te diré una cosa: no quiero.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todas
y por todas las veces en que no pudimos.
Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún.
Es de Jaime Gil de Biedma en su Las personas del verbo para Galaxia Gutenberg, es posible decir que no y es urgente aprender la lección: a cada instante el mundo nos planta (cada día, con cada pequeña decisión, ante cada cruce de caminos) ante el acantilado de la decisión. Por eso, ya, no me queda paciencia con quien no escucha, ni rastro de ganas de esperar a quien no sepa andar bonito los jardines de ese palacio que es la empatía: ya no tengo plata para quien no sepa que la vida es entusiasmo. La mirada limpia, alhajas en los bolsillos y andar ligero bajo las pérgolas del cielo. Deja de pensar tanto, haz las paces con tu pasado, entiende que (tantas veces) será el azar quien gobierne este bellísimo viaje y acepta de una vez por todas la más dura de las lecciones: tu felicidad solo depende de una persona.
Saber que estamos vivos
aún.
Decir que no, alzar las copas, mirar de frente, intuir esta certeza que hoy me abrasa: la vida, todavía, es posible.
Desde que tengo uso de razón, mi padre siempre supo decir No, siempre Supo alejarse de la gente tóxica y seguir su camino de su felicidad. Nunca le entendí. Siempre me pareció él el raro... Ha tenido que irse para para entender que él tenía razón, que la felicidad depende de uno mismo, y que hay que decir No y alejarse de los disgustos gratuitos! Un placer la carta de hoy porque ha recordado a mi persona favorita. Buen fin de semana.
Una amiga recientemente me preguntó: ¿vives o te viven?. Me mostró el camino y la luz.