No hay más muros que los que imaginamos. No han sido pocos (pocas, más bien) los lectores con una sensación no tan diferente a la que compartí ayer en la carta íntima Milagro. Resistencia al cambio, la sensación (a veces) de que el suelo es pegajoso, que cuesta avanzar. Y una rigidez —la nuestra— que tantas veces nos agota. Es lo bonito de compartir tus…
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